La herrería y la casona de Peralejos, un ejemplo de patrimonio industrial del siglo XVI, han pasado a engrosar la enorme Lista Roja del Patrimonio que elabora periódicamente Hispania Nostra para dar cuenta de la pérdida irreparable de cientos de ejemplos como éste en toda España y, por supuesto, unos cuantos en nuestra comarca. El caso en concreto es especialmente singular por la historia que atesora la herrería y la casona adyacente, y por todo lo que nos dice de nuestra tierra, de nuestra historia y nuestra cultura, de la economía y sociedad del Señorío, pero es sólo un ejemplo puntual de un patrimonio riquísimo que, adecuadamente recuperado, podría ser un revulsivo para la comarca en muchos aspectos.
Cuando veo estos casos me siento especialmente decepcionado con mi país, más aún recordando cómo otros, como Italia o Francia, han sabido durante años aprovechar los fondos europeos para salvar parte importante de este tipo de patrimonio rural y nosotros, sin embargo, somos especialistas en despreciar valiosísimos vestigios del pasado sobre los que, no tengo duda, podríamos asentar el futuro.
Evidentemente todos los que conocemos la situación de la herrería, como la de otros muchos bienes monumentales e históricos de la comarca, sabemos que nada puede solucionar su estado de ruina absoluta, pero al menos debería hacernos reflexionar sobre lo que todavía se puede hacer por el patrimonio rural, público y privado.
Durante años, los denominados grupos de acción local que gestionan los programas europeos, como Leader y otros, han destinado muchos millones de euros con unos resultados pobres, muy pobres para la inversión realizada en cuando a recuperación de población en el medio rural que es, según dicen ellos mismos, su objetivo prioritario. Pero también es verdad que gracias a estos programas algunos monumentos de propiedad pública se han salvado del abandono y la ruina, y tenemos que quedarnos con esta parte positiva para avanzar en la salvación del patrimonio rural molinés.
Si volcásemos más inversiones europeas de la que gestionan estos grupos en la recuperación del patrimonio, tanto público como privado, y de las que supuestamente ahora llegarán de Europa por la pandemia, tengo el convencimiento de que se alcanzarían muchos más objetivos en la lucha contra la despoblación de los que hasta ahora se han logrado y animo a los interesados a comprobar las ayudas que se han concedido en los últimos ejercicios por estos grupos de acción local -que son públicas y aparecen en sus páginas web- para que todo el mundo saque sus propias conclusiones.
Destinar un programa específico, serio, solvente y dotado económicamente como la situación merece, nos aportaría mucho en comarcas como la de Molina cuyo patrimonio rural está destrozado y abandonado por la despoblación y los profundos cambios que ha padecido la sociedad agraria y la economía ligada al campo desde los años 50. Si realmente queremos cambiar la tendencia, afianzar la escasa población que queda ahora y sentar alguna base de futuro, una apuesta por la recuperación de la arquitectura, del urbanismos, de los monumentos rurales ligados a las economías agrarias y a la historia de la comarca (castillos, casonas, torres defensivas, restos industriales como la herrería o las fábricas resineras, palomares, parideras, por poner algunos ejemplos), así como una decidida acción de apoyo a la vivienda en el medio rural, y no solo la primera vivienda, podría cambiar radicalmente la situación, mucho más que esas ayudas que se dan para algunas iniciativas de más que dudosa viabilidad.
Si somos capaces de destinar recursos suficientes y adquirimos un compromiso a largo plazo para salvar de la ruina y el abandono la arquitectura rural pública y privada, que todos aportan mucho, y viviendas de nuestros pueblos, podríamos:
1º.-Generar una poderosa inversión potenciando así las empresas de construcción y reformas ahora existentes y, sin duda, promoviendo la creación de nuevas firmas y muchos puestos de trabajo.
2º.-Posibilitar la estabilidad de las empresas que todavía quedan de suministro de materiales de construcción y otras complementarias del sector, que se reactivarían de manera notable favoreciendo así la creación de más puestos de trabajo directo e indirecto, además de la necesaria aportación técnica de arquitectos, urbanistas, aparejadores, que reforzarían la presencia de personal cualificado.
3º.-Recuperando las viviendas que todavía son aprovechables en los pueblos posibilitaríamos la existencia de un mercado de venta o alquiler que ahora es inexistencia y que dificulta de manera determinante el asentamiento de nuevas familias ante la escasez de viviendas en los pueblos, mientras que docenas de estas casas están en estado de abandono o ruina porque a sus propietarios, generalmente lo son por herencias familiares, no les compensa en absoluto ni les motiva su rehabilitación por los enormes costes que conlleva.
4º.-De paso, se solucionarían muchos de los quebraderos de cabeza que tienen los alcalde en su día a día, con edificaciones que amenazan ruina, a cuyos propietarios es casi imposible localizar en algunos casos, y en la mayoría supone un serio problema para recuperar los costes de demolición además de los farragosos y casi imposibles procedimientos administrativos en pequeños municipios sin recursos económicos ni de personal.
5º.-La extensión de una iniciativa así a la segunda residencia no debería incomodarnos en absoluto, todo lo contrario. Ello supondría un revulsivo para propietarios que ahora viven fuera de sus pueblos, en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, que no pueden acometer la reforma de sus casas heredadas por dificultades económicas y que por tanto ya no vuelven casi nunca pero que, con un plan serio y unas ayudas adecuadas, podrían hacerlo y así, al menos, visitarían asiduamente su lugar de origen generando a su vez actividad y riqueza en el mismo.
Foto. Salinas de Armallá (Jesús de los Reyes)