La Real Academia de la Lengua define la humildad como la “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”, yo me atrevo a decir que en estos tiempos es quizá una rara virtud, pero la mejor de todas para formar a una persona y forjar su éxito -no necesariamente económico- en la vida.
De los premios Emprendedores Molineses que se acaban de entregar en Molina de Aragón, en un emotivo acto de la Asociación Tierra Molinesa, yo destacaría sobre todo esa rara virtud, la de la humildad, y por eso precisamente han llegado a lo más alto en sus vidas profesionales y, por ende, en sus trayectorias como personas.
No voy a personalizar, porque todos los asistentes al acto salieron con una idea clara de las virtudes de estos molineses que representan, precisamente, la ejemplaridad pública que tanta falta hace ahora, en este sociedad dominada por la hipocresía, el desprecio o la mentira, miserias que nos impiden muchas veces progresar como sociedad, pero que también cuando se dan a título personal condicionan de manera determinante el éxito y la felicidad del individuo.
Las intervenciones, sencillas y llenas de sentimiento, de quienes recibieron los premios ante un público molinés entusiasta y volcado, denotaban precisamente esta virtud de la humildad a raudales, la generosidad propia de quienes han forjado una vida llena de plenitud en el trabajo, en la solidaridad, en el esfuerzo y en la familia, lejos de resentimientos, envidias y rencores. Personas afables, llenas de vitalidad sin importar la edad, volcadas en el ejercicio de la verdad y en el compromiso social.
Es muy emocionante ver como estos molineses que han logrado el éxito en la vida profesional o personal, en el mundo de la empresa o asociativo, huyen de la soberbia y la altanería y siguen apostando por esa virtud de la humildad en el trato con los demás, en el respeto mutuo a las ideas ajenas, en la voluntad de diálogo para entender los problemas de la sociedad, muy alejados de las miserias humanas que afloran algunas veces y que tanto dificultad el progreso social.
Gracias por esta lección de humildad, señorío y saber estar a Santiago Araúz de Robles, a Lucio Martínez Roy, a Gloria Martínez Santamaría, a Felix Herranz, a María Hurtado, a Miguel Montalvo, a Esteban Jiménez y Mari Luz Herranz, a Verónica Miguel, a Jesús y Pascual Alba. Gracias.
Carlos Sanz