Recientemente, otro bellísimo ejemplar de la extraordinaria arquitectura palaciega molinesa, el palacio de los Arias, en la calle Capitán Arenas, ha sucumbido a la piqueta víctima del abandono y la dejadez de sus dueños durante años, hasta ser totalmente derruido para evitar males mayores -y, además, a costa de las arcas municipales, para colmo de males- dejando a la ciudad huérfana de otro emblemático edificio del siglo XVIII.
Este lamentable acontecimiento para toda la ciudad de Molina, no es más que un triste ejemplo de la situación de abandono que sufren cientos de casas y edificios más o menos simbólicos en toda la comarca, y por extensión en el medio rural español, aunque a nosotros nos afecte y nos duela en especial cuando se trata de nuestra tierra.
No hace mucho, en este mismo blog, señalaba la situación de abandono y, en muchos casos, de ruina ya irrecuperable de docenas de casas en nuestros pueblos, mientras que, paradójicamente, es muy difícil encontrar viviendas dignas en estos mismos municipios para instalarse.
Las casas familiares que durante décadas han sido morada de nuestros antepasados, también han sido víctimas de la emigración y de la desertización poblacional, quedando cerradas primero y llegando con los años a un deterioro total por falta de mantenimiento ante el desinterés y la desidia de sus propietarios que, aunque originarios de estos mismos lugares, han hecho su vida en las grandes ciudades y han dejado de tener interés en los pueblos, despreciando incluso sus propiedades.
El Palacio de los Arias de Molina, una de las familias más ricas y poderosas de la comarca durante décadas, ha tenido que ser derruido por el propio Ayuntamiento molinés ante un estado de ruina evidente desde hace muchos años con el peligro que eso podía comportar para los viandantes, y después de no tener respuesta alguna de sus propietarios, a los que por ley les correspondía primero mantenerlo en pie y en condiciones, y en segundo lugar, de no ser así, derruirlo, es la punta del iceberg de lo que pasa en nuestros pueblos pero también en otras muchas viviendas de Molina de Aragón, que, de no tomar pronto cartas en el asunto, sufrirá una catástrofe urbanística irreparable en las próximas décadas. Solo tenemos que darnos una vuelta por sus calles más emblemáticas, como la de Las Tiendas o la calle de Abajo, para hacernos una idea certera de lo que nos espera.
Por eso, en este mismo blog, pedía que la Administración regional, que tiene claras competencias en esta materia, tome ya mismo cartas en el asunto y ello pasa por establecer un plan ambicioso, pero realista, que de verdad permita a los propietarios de estas viviendas hacer obras para su recuperación y puesta en el mercado. Si las ayudas a la rehabilitación se limitan como hasta ahora a los propietarios residentes en estos municipios y para la vivienda habitual mal vamos, el planteamiento tiene que ser ambicioso, superar el concepto de primera vivienda y pensar que la mayor parte de estas casas son propiedad de personas que tienen su vida, su trabajo, sus hijos, en zonas urbanas y que, aun con orígenes familiares e incluso de nacimiento en la comarca, si no ven atractiva una inversión en estas casas, que serían sus segundas residencias, no harán nada, solo dejar que sigan cayéndose.
Un plan así ayudaría a la recuperación de nuestra arquitectura tradicional, salvaría aún muchas casas de la ruina, generaría durante años trabajo en la comarca, potenciaría las pocas empresas auxiliares de la construcción que aún quedan, permitiría poner en el mercado viviendas para nuevos moradores que ahora de querer establecerse no encuentran un hogar digno para hacerlo, y, además, haría que muchas familias tengan ya un motivo para visitar el pueblo más allá de unos días en verano o en las fiestas patronales y, tal y como pintan las cosas, no estamos para despreciar esa posibilidad.
PD.- Es verdad que los ayuntamientos, con la Ley en la mano, tienen la obligación de exigir a los propietarios que mantengan sus propiedades en pie, -como también es verdad que los dueños tienen esa responsabilidad-, pero seamos realistas, conocemos dónde nos movemos, los recursos que tenemos, no pidamos peras al olmo.
Carlos Sanz