Foto: Farmacia de Villanueva de Alcorón. // Street View
Alguien me dijo una vez que existen tres pilares fundamentales para sostener la vida en nuestros pueblos: El médico, el maestro y el cura.
Precisamente, cierto día, me comentaba indignado el alcalde de Maranchón que en la parroquia de su pueblo sólo se oficia la Misa uno de cada dos domingos y en ese momento mi imaginación voló a las puertas del cielo y entonces se me apareció San Pedro pasando lista y siendo condescendiente con los vecinos de Maranchón, que sólo han cumplido con esta obligación cristiana al 50 por ciento, por cuestiones de logística rural.
En nuestra comarca vivimos siempre bajo la constante amenaza de que se esfumen los pocos servicios que tenemos. Rezamos para que no se eliminen rutas del transporte que nos conectan con las necesidades de la ciudad; que no nos cierren consultorios médicos o escuelas rurales; que no se jubilen quienes regentan esos pequeños negocios de ultramarinos o echen el cierre los pocos comercios y negocios que todavía prestan servicio en las zonas más rurales, porque somos conscientes de que con ello avanzamos un paso más hacia el abandono.
Ayer sonaba de nuevo la voz de alarma, esta vez por el previsible cierre, en el mes de abril, de la farmacia de Villanueva de Alcorón, que presta servicio a las localidades de Arbeteta, Armallones, Peñalén, Peralveche, Poveda de la Sierra, Valtablado del Río y Zaorejas. El Ayuntamiento del municipio ha reclamado a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha que saque a concurso otra farmacia en el pueblo y recuerda, en un comunicado de prensa, que Villanueva cuenta con un centro de salud y punto de atención continuada que atiende a todos estos pueblos del Alto Tajo, por lo que el servicio de farmacia es fundamental.
Ahora se habla mucho de la España Vacía y milagrosamente parece que el tema de la despoblación ha entrado en la agenda de los políticos. Al menos eso espero, porque peor sería que sólo lo hubiera hecho en el libro de estilo de lo que sus asesores de imagen consideran que es “cool” en cada momento, como cuando muchos de nuestros políticos se autoproclamaron “feministas”.
La verdad es que llevábamos mucho tiempo advirtiendo, ya no de que viene el lobo, sino de que ya estaba aquí y a estas alturas se ha merendado muchos de nuestros pueblos sin que nadie de los de arriba moviera ni un dedo.
Según datos de 2017, existen en Castilla-La Mancha 26 pueblos con menos de 20 habitantes, de los que 21 se encuentran en Guadalajara y la mayoría de ellos, en tierras del Señorío de Molina. No son datos demasiado reales, puesto que todos sabemos que muchos de los que vivimos en las ciudades seguimos empadronados en nuestros pueblos por cariño, identidad o por otras razones.
El caso es que un estudio llevado a cabo por Serranía Celtibérica puso de manifiesto que en España tenemos uno de los mayores desiertos demográficos de Europa, por debajo de las cotas de población de la Laponia, algo que quedaba diluido por nuestra división administrativa en Comunidades Autónomas, que relativizaban la gravedad de la situación. Visibilizar el problema en su conjunto nos otorgaba el derecho de acceder a una serie de fondos y programas de la Unión Europea, a través de lo que se denomina Inversión Territorial Integrada (ITI) para combatir las dificultades de territorios situados en zonas con gran dispersión territorial de los núcleos de población, unido a la baja densidad de la misma y a la dificultad orográfica.
Ahora esos fondos están en manos de los gobiernos regionales y como decía La Otra Guadalajara en su comunicado de adhesión a la manifestación del 31 de marzo por la Revuelta de la España vaciada, lo que la Administración haga con ellos, no debería evaluarse en datos económicos de inversión, sino en el número de familias que han podido permanecer en nuestros pueblos o de nuevos pobladores que han encontrado una oportunidad en el medio rural.
Esos fondos deberían servir para diseñar un programa integrador, bien estudiado y estructurado, que tenga en cuenta el enorme potencial de nuestra comarca para poner en valor sus recursos, sus productos agroalimentarios, sus paisajes, su enorme patrimonio… Con el fin de crear oportunidades, infraestructuras y servicios.
Tengo que reconocer que cuando vi la noticia de la manifestación del próximo 31 de marzo me invadió cierto pesimismo. Casi fui presa de eso que nos condena muchas veces: El “mira tú pa’ qué”. Consciente de que, de alguna manera, la manifestación pasará y al día siguiente volveremos a nuestra rutina y no habrá cambiado nada.
Pero lo cierto es que el problema siempre ha estado ahí: El lobo ya ha venido y ha saqueado a muchos de nuestros pueblos y seguirá haciéndolo, y si hemos salvado los restos es porque nunca hemos dejado de luchar. La verdad es que los problemas que no se visibilizan, no existen: Llevamos décadas siendo uno de los mayores desiertos de Europa y al parecer nadie se había dado cuenta, salvo los salicores.
Así que desde esta tribuna y junto con el resto de miembros que forman Tierra Molinesa, me gustaría invitar a todas las personas que nos siguen a rodear el 31 de marzo en el calendario, para participar en lo que esperamos que sea la mayor paradoja de la despoblación, para que esa España vacía llene por un día las calles de Madrid.