El obispo de la Diócesis Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez, clausuró la exposición “In nocte ante festum” el pasado sábado, 16 de febrero, durante una ceremonia en la que se representó el Auto Sacramental con el mismo nombre, y en el que fueron desfilando los protagonistas de este capítulo de la historia de Molina, que narra la devoción de los molineses por la Inmaculada Concepción de María desde la fundación del Cabildo eclesiástico en el año 1140, hasta nuestros días
La conmemoración del V Centenario de la Bula Papal firmada por León X, que concede a Molina de Aragón la celebración de una Misa de Gallo en la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, vino cargada de diversos actos, entre recitales de poesía, vistosas procesiones con velas encendidas, conciertos y hasta una chocolatada. Pero sin duda el acto de mayor relevancia fue la exposición “In nocte ante festum”, que desde su inauguración por el obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez, el 18 de febrero de 2018, el mismo día en la que está fechada la bula de 1518, hasta el pasado fin de semana, ha sido visitada por casi 4.000 personas entre vecinos de la Comarca de Molina y visitantes procedentes de distintos puntos de la geografía española.
Esta muestra, organizada por la Comisión del V Centenario, con la colaboración de las distintas parroquias, ha rescatado esos objetos que la liturgia y la devoción han convertido en verdaderas obras de arte a lo largo de la historia de Molina de Aragón, como libros, misales, lienzos o incluso el documento de la propia bula, que se conserva en perfecto estado y, como no podía ser de otra manera, ha ocupado un lugar protagonista. Asimismo, gracias a las aportaciones del Obispado y de Ibercaja, se ha conseguido restaurar algunos de los cuadros que han formado parte de sus fondos.
La ceremonia de clausura tenía que estar a la altura de las circunstancias, porque significaba mucho más que el éxito de esta muestra, que ha aunado las voluntades de todos esos molineses y molinesas, que durante el año han dedicado su tiempo en aprenderse la visita y hacer turnos para mantenerla abierta al público. Significaba otro hito en la Historia de la ciudad, la culminación de un año entero celebrando los cinco siglos de un privilegio que reconoció a los molineses una devoción que se remonta a los albores de su historia, con la fundación de la ciudad tras la Reconquista.
Y eso fue lo que precisamente se quiso plasmar en la ceremonia de clausura a través de un emotivo “Auto sacramental” escrito por Eugenio Abad, en el que los diferentes personajes claves de este capítulo de la historia de Molina de Aragón, volvieron a la vida para recordar a los molineses por qué medio milenio después, la Virgen de la Inmaculada observa la ciudad sobre una gran columna y con la luna como pedestal, desde el cerro de Santa Lucía.
Personajes que fueron desfilando por la iglesia cubiertos por un velo de gasa y portando velas hasta formar un retablo en el altar. Uno a uno irían descubriéndose para relatar su parte en esta historia.
Desde el Ángel Gabriel, interpretado por María Ángeles Ruiz, cuando se anunció a María con ese “llena eres de gracia” hasta la encarnación del futuro, pudimos escuchar las palabras de:
Don Diego de Elgueta (Sergio Ribalda), abad del Cabildo eclesiástico en 1561 y autor del “Compedio de los papeles de nuestros archivo”, obra que deja testimonio documental de la devoción mariana en Molina de Aragón, quien hizo las veces de narrador de esta historia a partir de los distintos apuntes que dejó recogidos en su obra.
Doña Ermeselda de Narbona (María Ángeles Ruíz Blasco), esposa del conde, Manrique Pérez de Lara, primer Señor de Molina, que en la primera mitad del siglo XII, tras la Reconquista, se estableció en Molina, junto a su esposo, trayendo consigo un pequeño séquito, en el que se encontraba su guía espiritual, D. Juan Sardón. Fue éste quien en el año 1140 creó el Cabildo eclesiástico, bajo el patrocinio de la Inmaculada Concepción, cuyo escudo es un jarrón de azucenas, aludiendo a la pureza de la Virgen.
Sor María Jesús de Ágreda (Herminia Martínez lópez), de la que se conserva en el archivo de San Felipe copia de alguna de sus cartas con Felipe IV, con el que intercambió correspondencia durante 22 años desde 1644. Según un informe del misionero Fray Antonio Benavides, esta religiosa estuvo predicando a los indios de Nuevo México, sin salir de su convento de Ágreda (Soria), lo que junto a la obra de la que es autora sobre la vida de la Virgen, “la mística ciudad de Dios” le llevó ante el tribunal de la Inquisición.
Manuel Herranz (Hombrados 1791), bajo la interpretación de Pedro Pablo Sanz Herranz, dejó grabado con el punzón unos versos en el umbral de su casa que concluían “Yo perdono a mis enemigos, a todos pido perdón. Timite Deum. Misericordia, Señor. Espero me ha de librar, por medio de la Virgen, del dragón infernal. Dios sobre todo. Ave María, sin pecado concebida”.
Una mujer, miembro de la Congregación Hijas de María (Isabel Cid López) bordando el estandarte que han guardado generaciones de molinesas.
Juan de Lerma (Fernando Cid López) desde Roma en 1518, leyó el texto de la bula concedida por León X.
Un monaguillo (Aitor Sanz del Rey) en la Molina de 1955, explicó como atendía las necesidades del sacerdote durante la Misa del Gallo, en la víspera de la fiesta de la Inmaculada.
Melchor Gaona (Ángel Díaz Matarranz), encargado de la Iglesia Parroquial de Santa María La Mayor de San Gil, quien en 1883 y una vez extinguido el Cabildo en 1851 y con este, la concesión del Papa, escribió al entonces Papa León XIII para que renovase este privilegio.
El Auto terminó con el futuro encarnado en una niña (Sofía Alcocer Hurtado) que con el estuche de la bula en la mano recordó que “ de Molina depende que documento y tradición sean custodiados muchos años más”.
Una vez concluida la representación, llegó un momento cargado de emoción, cuando todos los presentes se pusieron en pie al mandato de Alberto Roque para cantar las Purezas, el himno que muchos de los molineses llevan grabado en el corazón, porque llevan cantándolo desde niños, en las novenas a la Virgen de la Inmaculada.
Después se dio paso a los agradecimientos por parte del párroco, que llevaba el atuendo de Diego de Elgueta, Sergio Ribalda Vicente. Por supuesto, a todos los que han colaborado con la fiesta: a la Comisión del V Centenario, a los actores, a Eugenio Abad, el autor del Auto Sacramental, y con una mención especial al Obispado, a Ibercaja y al Ayuntamiento de Molina, a los que no dudó en sugerir la ampliación de su colaboración para la restauración de otras obras de arte que atesora el patrimonio eclesiástico de la ciudad.
Por último, el obispo, Atilano Rodríguez, fue el responsable de clausurar el acto con un breve discurso en el que alabó la implicación y el talento de los actores molineses y enarboló su deseo de que esta misma dedicación haga posible que la fiesta se mantenga otros cinco siglos más.
Mary Carmen Benedico Concha
19 Feb 2019Extraordinaria celebracion. Me alegra mucho está maravillosa promoción de la tierra que vio nacer a mis predecesores. Gracias