Partamos de la base de que las medidas de confinamiento que ha tomado el Gobierno de España con motivo de la pandemia han dado sus frutos- de la gestión desarrollada después de esa medida mejor ni hablar-, y que de no aplicarlas como se ha hecho de manera absolutamente rigurosa y generalizada hubiésemos tenido problemas de cumplimiento graves, solo hay que ver lo que ha ocurrido en el primer fin de semana que se ha permitido a los niños salir.
Dicho esto, hay cosas que tampoco tienen su sentido ni su razón de ser. El confinamiento se ha producido en términos eminentemente urbanos, diseñado por urbanitas y con criterios solo urbanos, pensando en las grandes concentraciones de personas, en el abarrotado transporte público, en los grandes centros comerciales, en los espectáculos de masas, y sí, esto está muy bien y ha sido necesario y bueno porque aquí están los grandes focos de la infección, pero lamentablemente se han olvidado otra vez más del medio rural, simplemente nadie ha pensado en los pueblos pequeños, semiabandonados, desérticos, donde un vecino antes de estas crisis podía recorrer tres veces el pueblo en cualquier momento del día y no encontrarse con nadie.
Pero lo más lamentable de este Gobierno, y tal vez de sus asesores si es que de verdad se dejan asesorar, es que en esto denominado de manera tan rara desescalada, tampoco han tenido en cuenta al vecino de ese pueblo alejado de las grandes urbes, donde no ha habido contagios, donde apenas viven unas docenas de vecinos que, además, han llevado el confinamiento a rajatabla y con mucho más respeto que en las ciudades.
En cientos de pequeños pueblos de España saben perfectamente lo que es un confinamiento, porque es más o menos lo que viven a diario desde hace muchos años sin Real Decreto que lo ordene, con la única salvedad de que en lugar de estar en su casa recluidos están algún que otro rato dando una vuelta en solitario por las calles del pueblo, por la nave del tractor, en el corral o en el huerto. Además, al haberse cerrado el bar que hace de centro social y de segunda casa, único lugar de posible relación social queda desactivado el riesgo, ese riesgo que cientos de familias han desoído el primer fin de semana que les han dejado salir en las ciudades.
Ni antes ni ahora,nadie en el Gobierno de España ha tenido en cuenta a los cientos de pueblos españoles con una densidad de población muy baja, que no tienen supermercados, ni bancos, ni panaderías, ni tienda alguna de alimentación, ni siquiera farmacia, ni bar y de existir -que en la mayoría ni eso- ahora está cerrado a cal y canto.
Aquí están llevando el confinamiento sin problema alguno porque lo hacen a diario desde hace años pasando días y semanas enteras sin ver a nadie y en todo caso, relacionándose a distancia porque es muy fácil recorrer caminos, sendas, campo abierto y poder hacerlo a mucha distancia de cualquiera con el que te puedas cruzar, con algún agricultor en su tractor o un solitario pastor, de darse esta rara circunstancia.
Resultaba incomprensible en las primera semanas del confinamiento que en un pueblo pequeño, aislado, solitario, no se haya podido cuidar el huerto, ni salir a la puerta de casa a tomar el sol mientras desayunas, ni atender los árboles frutales, ni cortar leña para el próximo invierno, ni pasear…aunque estas actividades desde hace ya muchos años en cientos de pueblos de España se hacen de manera solitaria, sin ver a nadie, sin cruzarse con nadie.
Esperemos que alguien reflexione sobre estas circunstancias y que ahora, en esto de la desescalada, seamos capaces de ordenar un poco estas cosas que tan beneficiosas serían para nuestros pequeños pueblos, partiendo de la base, por supuesto, que no pueden ser igual las medidas para Guadalajara y el Corredor que para la comarca de Molina o la de Sigüenza. Y, además, que nadie lo dude, el ejercicio de responsabilidad en los pueblos es impecable.