ENCLENQUE PROYECTO DE MEMORIAS DE UN DON NADIE.
El encabezamiento de este artículo es, precisamente, el título del libro, recientemente publicado, del alcorochano Juan Emilio Muñoz García, profesor de Latín y de Lengua castellana y Literatura en diversos institutos madrileños y toledanos. A sus 63 primaveras, nos ha sorprendido a sus amigos y lectores con esta magnífica novela autobiográfica, donde describe su trayectoria vital con gran detalle y sentido del humor y con un lenguaje preciso, en unos casos, muy apegado al terruño, y en otros, con cultismos propios de un profesor que ama la literatura. Un libro es siempre una historia escrita, y en este caso es la suya, su vida, la ya vivida, la del autor en cuerpo y alma, sin dobleces.
Muchas de las expresiones que aparecen en el libro proceden de su pueblo natal, Alcoroches, trasladables a cualquier pueblo de nuestra comarca, expresiones que quizá no sean un modelo de buen decir castellano pero a las que Juan Emilio da su particular aire, viveza y equilibrio. Las frases fluyen sin tropiezo, a veces con palabras desusadas y arcaicas, puestas intencionadamente.
La exactitud en el lenguaje es una pieza relevante para todo profesor que se precie y, a lo largo de este libro, se manifiesta de manera clara y evidente. El trabajo realizado revela por un lado al gramático y al erudito y, por otro, al purista del idioma y al escritor de talento, cualidades, todas ellas, que definen a Juan Emilio.
Todo el recorrido del texto rezuma el amor y el cariño que siente hacia sus padres. Para cualquier hijo, los padres son siempre un punto de referencia, un espejo donde mirarse, un eje central y un estimulo para toda la vida. Describe una existencia consagrada al trabajo y muy sacrificada por parte de sus progenitores, con predominio de estrecheces económicas en el hogar familiar. Eran tiempos de carencias materiales, no sólo en Alcoroches, sino en todo el territorio nacional. No había suficiente despensa para todos. Estábamos a finales de la política autárquica y principios de los planes de desarrollo llevados a cabo por los técnocratas del Opus Dei, lo que nos recuerda que cualquier tiempo pasado no necesariamente fue mejor.
En su obra Juan Emilio rinde un homenaje público a las gentes de su pueblo, que siempre lleva en su corazón. Describe personas, situaciones y hechos que él vivió durante su infancia y adolescencia, con un lenguaje sencillo, exento de vocablos remilgados y con mucha espontaneidad. No otea el pueblo desde el pedestal, sino que lo siente y lo padece igual que el resto de los vecinos. Sirva, como ejemplo, el pasaje en el que narra la historia del vuelco del carro y el macho Celipe en el paraje de la Poveda, así como todos los avatares del proceso de la siega y de la trilla.
El libro está plagado de acontecimientos e historias muy características de la zona en aquellos tiempos de juventud del autor y con las que, cualquier hijo de la comarca que tenga más de cincuenta años, se puede sentir identificado. Era la época en que las mujeres vestían de negro y se hacían moños apretados y los hombres fumaban tabaco de picadura. Casi nadie había visto el mar, ni sabía nadar, ni viajaba, salvo por el servicio militar. No había coches, ni motos, solo burros, mulas, carros y caballos. Una época no muy diferente de la Edad Media.
Salen a relucir las andanzas propias de la edad de un joven ya universitario, en aquel mundo rural atrasado y atávico, donde la felicidad y la ternura tenían cabida. Hace referencia a las correrías durante las noches de verano en la discoteca del pueblo, incompatibles con levantarse temprano al día siguiente para ir a segar.
Habla de su inseparable esposa, de sus dos hijos, otros puntos innegables de sus inmediatas referencias. Aparecen los amigos de la infancia, de la juventud y los actuales, a los que manifiesta su agradecimiento y cariño.
Comenta los adelantos tecnológicos surgidos en los últimos tiempos, inimaginables en aquellas épocas de escasez. Nuestros padres y abuelos jamás pudieron sospechar las mejoras económicas que se producirían en nuestra sociedad en estas últimas décadas. Negar el progreso sería negar la evidencia, incluso en aquellos pueblos de nuestra comarca que siempre han estado olvidados y que nunca han sido tenidos en cuenta por parte de los poderes públicos.
Su condición de docente aparece de forma omnipresente a lo largo de toda la narración. Nos cuenta su vivir entre pupitres durante toda su carrera profesional. Es un profesor que plasma los pensamientos propios de un educador entusiasmado por la enseñanza pública y entregado a su tarea educativa.
La novela nos presenta un paradigma de docente comprometido con su tiempo y su tierra, su patria chica, Alcoroches, donde aprendió a dar sus primeros pasos, y que dejaría atrás para convertirse en un profesor que con toda seguridad permanecerá en la memoria de sus alumnos y alumnas.
A través de anécdotas personales y vivencias en el aula, sin la disciplina y la rigidez de antaño, el autor manifiesta sus reflexiones, a modo de aforismo unas veces y de crítica otras.
El centro docente, como lugar de enseñanza y aprendizaje, lo habitan los profesores y los alumnos y, consecuentemente, las vivencias con sus compañeros de trabajo quedan reflejadas en la obra, así como las vivencias con sus pupilos, con los que entabla una relación profunda de afectos pero también de padecimientos y rupturas cuando el proceso de aprendizaje no va por la línea que se ha trazado previamente.
Juan Emilio defiende una educación cimentada pedagógicamente en el afecto y la libertad, y alejada de todo dogmatismo y autoritarismo. El aprendizaje de la asignatura de religión, sufrido en carne propia, pues en algún curso suspendió en junio dicha materia, no iba mucho con él, precisamente por su carácter dogmático.
Aboga por una vida docente sin idealización alguna, donde la figura del profesor debe ser afectuosa y donde es preciso que los alumnos correspondan de igual forma para el buen funcionamiento del centro formativo, pues el profesor, la lección y el alumno son los vértices de un triangulo que deben estar bien dimensionados para que la enseñanza dé los frutos que se le supone.
Es en el colegio donde cualquier chaval empieza a labrarse su propio porvenir, pues todo lo que le suceda con posterioridad estará relacionado con lo que haya hecho en el sistema educativo, porque es dentro de éste dónde se forma la primera visión de las cosas y define para él qué es legítimo y qué no lo es. Los centros formativos son espacios donde no sólo se aprende, sino que también se producen procesos de socialización y se comparten experiencias determinantes para toda la vida.
A veces, como consecuencia del fracaso de los centros de enseñanza, donde la culpabilidad es compartida por todos, profesores, alumnos, padres, sociedad e instituciones, ciertos chavales derivan por vericuetos oscuros, protagonizando hechos tristes como aquel con el que Juan Emilio se tuvo que enfrentar cuando, a la salida del instituto y atravesando un parque, varios ex-alumnos suyos le faltaron al respeto y no le quedó más remedio que demandarlos ante los tribunales de justicia.
La escuela y el instituto son recintos educativos por los que todos pasamos y en los que forjamos parte de nuestra propia personalidad, y es por ello que no podemos dejar para mañana la instrucción de nuestros jóvenes. El saber es la parte principal de la felicidad, decía Sócrates.
No es fácil condensar en un libro la trascendencia y necesidad de la enseñanza y, menos aún, encerrarla en el repertorio de anécdotas e historias que el autor ha seleccionado y, a través de las cuales, ha guiado el verdadero sentimiento de lo que él piensa y que va estampando en sus diarios, recorriendo un curso escolar, el último, con sus clases y recreos, sus alegrías, sus disgustos y sus incertidumbres.
Último Curso no es un enclenque proyecto de memorias de un don nadie, como afirma el autor con la humildad que le caracteriza, sino una verdadera obra literaria de un gran lirismo que merece la pena leer y de la que se pueden extraer enseñanzas vitales que son dignas de elogio, que retratan la idiosincrasia de un pueblo y la vida de un profesor entregado en cuerpo y alma a la docencia.
JOSÉ RAMIRO GARCÍA.
Antonio Frechilla
23 Jun 2020Los que hemos sido profesores, como Juan Emilio y José Ramiro, nos sentimos identificados con el contenido de este articulo.
El hecho que Juan Emilio tuviera que denunciar a unos alumnos por insultos no es nada nuevo, y por desgracia, muy frecuente desde hace unos años.
Tendríamos que reflexionar sobre el tipo de educación que hay actualmente y lo que debería ser, pero soy de la opinión que no se reflexionará ni se llegará a un consenso entre los dirigentes para mejorar el modelo actual, y seguiremos con el eterno debate.
Fran Yuste
2 Jul 2020Excelente reseña sobre el libro. Como docente jubilado de la enseñanza pública me siento identificado con el artículo, haciendo especial hincapié en «Es un profesor que plasma los pensamientos propios de un educador entusiasmado por la enseñanza pública y entregado a su tarea educativa». Así me he sentido y así he visto a los compañeros con los que he tenido el honor de trabajado a lo largo de mis años de profesor.
Rosana Pekín
2 Nov 2022Qué bonito que haya hecho su autobiográfico, por casualidad ¿dónde puedo conseguirlo y/o leerlo?
Mil gracias
Juan Emilio Muñoz
12 Ene 2023Hola, Rosana. Buenas tardes.
Me alegra tu interés por mi libro. Lo mejor es que me escribas a juanemilio76@hotmail.es“. Yo te lo puedo enviar dedicado ote puedo decir en qué librería lo tienen. Por cierto, tengo un segundo que, dicen, que es también muy interesante. Un saludo.
Juan Emilio Muñoa
12 Ene 2023Hola, Rosana. Buenas tardes.
Soy Juan Emilio, el autor de Último curso. Si quieres conseguir mi libro, lo puedes comprar en algunas librerías o, mejor, te pones en contacto conmigo y le lo puedo enviar y dedicado. Mi correo es “juanemilio76@hotmail.es; por cierto, escribí otro más, incluso, dicen, mejor que el primero. Un saludo