Llueva, nieve o haga frío, la tradición manda acudir a la ermita de Montesinos el segundo fin de semana de mayo, así que si los siete pueblos que protagonizan esta Romería de las Siete Banderas (Aragoncillo, Anquela del Ducado, Cobeta, Olmeda de Cobeta, Torremocha del Pinar y Villar de Cobeta) no fallan, yo no podía faltar. Además, me había invitado el alcalde de Torremocha del Pinar, Daniel Muñoz, un gran apasionado de su pueblo, sus tradiciones y su entorno. Hace ya tres años que me relató con ilusión cómo se configuraba esta Asociación de los Pueblos del Montesino para reavivar una tradición que aunque todavía se seguía celebrando, estaba de capa caída, así que esta vez no podía dejar pasar la oportunidad.
El pasado sábado, 18 de mayo, fue una jornada emocionante, con momentos muy emotivos para compartir y estrechar lazos, para reconocernos los unos a los otros en un pasado común y una identidad y encontrar las fuerzas y la voluntad necesarias para mirar hacia el futuro.
Precisamente, la Romería de las Siete Banderas simboliza un acto de hermandad entre estos siete pueblos, que en la explanada de la Ermita se saludan con sus banderas parroquiales y sus cruces.
Torremocha del Pinar, inauguraba además esa misma mañana su nuevo escudo y bandera, un emblema del que carecía y que ahora representa a todos sus vecinos. Fue un acto sencillo en el que la nueva bandera se izaba por primera vez en el balcón de su Ayuntamiento, con la presencia del subdelegado de Gobierno, Ángel Canales, el director provincial de Economía, Empresas y Empleo, Santiago Baeza, y el de Agricultura, Medioambiente y Desarrollo Rural, Santos López, además del delegado de la Junta en Molina, Alfredo Barra y la diputada provincial, Isabel Gaitán. El subdelegado de Gobierno recordó que se trataba de un momento histórico y que la historia se construye de pequeños hechos, que en este caso ponen de manifiesto el orgullo y carácter de los vecinos de Torremocha, que a pesar de ser un pueblo pequeño ahora tienen un nuevo símbolo de identidad.
La bandera, según Muñoz, es a una mitad verde, para representar la riqueza del Pinar y del Sabinar, que ocupa la mayor parte del término municipal, siendo uno de los sabinares más importantes de Europa, por lo que a criterio del alcalde, el pueblo debería llamarse Torremocha del Sabinar. La otra mitad es de color blanco, para aludir a la Orden del Císter, a la que pertenece el Monasterio de Buenafuente del Sistal. Mientras que el escudo recoge un Pino y una torre mochada.
Al mismo tiempo que Torremocha izaba su recién estrenada bandera, los siete pueblos hermanados iban arribando a Montesinos por el camino tradicional por el que sus pueblos conectan con este paraje. El valle del río Arandilla está flanqueado por torreones de piedra arenisca labrados por este río, cuyas aguas cristalinas adornan el paisaje con pequeños saltos y cascadas.
Este año ostenta la presidencia la localidad de Cobeta y como tal, le correspondía ser la anfitriona y convidar a los asistentes al aperitivo que tendría lugar al finalizar el evento. Además, la Romería contaba con una visitante de excepción, la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad, Magdalena Valerio, a quien esta fiesta le evocó su infancia en su Torremocha natal, en Cáceres, donde celebran la romería de la Virgen de Torrealba.
De esta manera, los siete pueblos fueron llegando con sus banderas y cruces a la explanada y al son de los tambores y dulzainas, entrechocaron sus mástiles para saludarse como símbolo de hermandad. Revivían así una tradición que tiene sus orígenes en el siglo XV. Precisamente, acaban de reeditar con la estética de la edición antigua la obra “Breve historia de la aparición de nuestra Señora del Montesino que se venera en el término de la villa de Cobeta” escrita por D. Pío Serrano y Gil, Presbítero, cura propio de dicha Villa, que documenta las leyendas e historias de este paraje.
Tal y como explicaría después Daniel Muñoz, el escudo que corona el retablo de la ermita está dividido en cuatro partes que recogen los emblemas de las casas de los Mendoza, los Zúñiga y los Señores de Molina y en una cuarta, once monedas, representando a los once pueblos que entonces pertenecían al Montesino, hoy reducidos a siete.
Posteriormente, cada uno de los pueblos con sus cruces y estandartes, acceden a la iglesia para participar en la Eucaristía. El párroco de la zona, Don Óscar, celebraba su última Misa en esta romería, ya que se jubila por enfermedad y se despedía instando a los pueblos a permanecer unidos y a trabajar por un futuro para el que todavía hay esperanza.
Al finalizar la Misa, en la que la ronda de Cobeta contribuyó con sus bandurrias, tuvo lugar la procesión, que antiguamente rodeaba hasta siete veces el entorno de la Ermita, pero que la organización ha reducido a tres. Durante la misma, los pueblos se saluda, entrechocando sus cruces. Al finalizar, banderas y cruces se recogen en la Ermita para dar paso al aperitivo, donde los vecinos de todos los pueblos conviven y charlan entre ellos.
Posteriormente, cada pueblo ocupa el lugar que tiene designado para compartir el almuerzo. Las localidades de Torremocha y Cobeta tienen cada una de ellas una casa allí con mesas alargadas para disfrutar de sus viandas. El resto de pueblos comen al aire libre, salvo cuando las inclemencias meteorológicas obligan a que cada una de las casas anfitrionas se apriete un poco más para recibir al resto de pueblos hermanados.
En esta ocasión, las nubes quisieron ser clementes, incluso algún que otro rayo de sol decidió asomarse para caldear un poco una jornada bastante fría para estas alturas de la primavera.
Tras la comida, laa Romería de las Siete Banderas se fue dispersando, después de compartir una jornada dedicada a la amistad, en la que se celebra la hermandad entre los pueblos de la zona.