Escuchar hablar a Alfredo Vega López de su “aldea” de Motos, como él la llama, te evoca un viaje emocional a aquel lugar donde fuiste feliz. Motos es una pedanía de Alustante, un pequeño municipio de la comarca del Señorío, para muchos desconocido. A día de hoy viven un par de personas, según señala Vega, pero son muchos más los que mantienen su vínculo, han arreglado las casas de sus antepasados y vuelven siempre que pueden a disfrutar de la tranquilidad, el aire limpio y la naturaleza de este pequeño pueblo. Ese es el caso de Alfredo Vega López (Motos, 1957), actualmente concejal en el Ayuntamiento de Terrassa, donde fue alcalde anteriormente, y diputado en la Diputación de Barcelona en el área de Educación, Deportes y Juventud. Unos cargos que son solo una muestra de su trayectoria política en la comunidad catalana a la que emigró con 15 años como tantos otros de la comarca del Señorío. Allí estudió Geografía e Historia y desarrollo su vida, pero nunca ha olvidado sus raíces que le hacen volver varias veces al año, en fechas tan señaladas como la Navidad, a su pueblo natal donde pasó su infancia.
“Si toda la zona esta despoblada, Motos aún más, está al borde de la desaparición. Se decía que, por allí, por la pila del agua bendita de la iglesia, se había hecho la división entre Castilla y Aragón y culturalmente y en sus costumbres Motos es muy aragonesa, también por su cercanía y contactos con Ródenas u Orihuela”, señala Vega, quien afirma que “como para otros que pasamos allí nuestra infancia, le tengo un cariño extraordinario. Y cuando paso cuatro o cinco meses que no voy, aunque sean dos días pues lo echo de menos. Tengo un vínculo emocional muy importante”. Algo que comparte con sus hermanos con los que tiene la costumbre de celebrar allí el día de Navidad. “Luego en verano suelo ir una semana y algún puente o similar si es posible. Este año con la pandemia no ha facilitado la movilidad, pero siempre intento ir porque allí encuentro esa tranquilidad que a veces en el mundo urbano no encontramos”, añade.
Despoblación y desigualdad territorial
Vega conoce de primera mano el fenómeno de la despoblación y la desigualdad territorial de la que no es ajena ninguna zona de España, señala, y pone como ejemplo la provincia a la que representa en la Diputación, Barcelona. “Esta es una diputación con una cantidad de gente muy grande. Ronda los cinco millones de habitantes, sin embargo, también tengo llamadas de un pueblo con 200 habitantes, aquí los desequilibrios territoriales también existen”.
Y estos desequilibrios territoriales “aportan siempre muchos elementos negativos porque generan problemas de todo tipo: movilidad, contaminación, suministros, etc.… donde se concentra un exceso de población y también en las zonas que se quedan despobladas”.
No obstante, considera que estamos en un momento de un cambio muy importante, marcado por la pandemia, que ha acelerado algunos temas como el teletrabajo y que a su vez ha generado oportunidades, en muchos sentidos, también a nivel ecológico y medioambiental, porque permiten reducir esa movilidad que tanto afecta al planeta. “Pienso que ahora tenemos una oportunidad de ir cambiando y conseguir un mayor equilibrio territorial”, añade.
Considera que la democracia ha de velar por los derechos de los ciudadanos, “y eso incluye que los ciudadanos que viven en unas zonas más despobladas tengan servicios esenciales de calidad, que es lo que seguramente conlleva la despoblación. Cada vez que voy lo veo, he visto como desaparecían las oficinas bancarias, los centros de salud, etc.”
Asimismo, ve esencial potenciar las nuevas infraestructuras, “como las tecnologías que permiten los medios telemáticos porque esto es la primera piedra a la hora de conseguir que mucha gente pueda optar por vivir en un pueblo tranquilo, teniendo una calidad de vida muy buena, y yendo cada 15 días a su centro de trabajo y mientras teletrabajando”.
Entre las medidas que considera deben impulsarse defiende que haya una discriminación positiva pero también llama “a ponerse deberes”. “Soy crítico con la gente que provenimos de esta zona. Ha sido históricamente un territorio que se ha valorado mucho la cultura, la educación y el talento y hay muchas personas con esas cualidades pero que no nos hemos quedado allí”, afirma.
Eso hace no solo que sea una zona despoblada sino envejecida porque la gente joven es la que genera proyectos y éstos no se quedan en la zona. “Estoy seguro que si miráramos por habitante la cantidad de personas con estudios medios y superiores ese porcentaje es muy alto en esta zona. Pero todos nos hemos ido fuera y evidentemente si queremos que aquella tierra renazca, además de medidas como la discriminación positiva, debemos tener una corresponsabilidad de las personas para poner en marcha proyectos allí”, afirma.
Alfredo se felicita de iniciativas como la Asociación Tierra Molinesa que reivindica y mira por una tierra que no pasa sus mejores momentos y donde espera pasar más tiempo junto a su esposa cuando se jubile para “disfrutar de la tranquilidad, los reencuentros con amigos de la infancia o los paseos por escenarios de mi infancia y poder disfrutar de su naturaleza”.