La centenaria carrasca de El Pedregal ha perdido uno de sus brazos principales por el último temporal. La Asociación Micorriza subraya la necesidad de “actuar” para conservar estos ejemplares, mientras el alcalde del pueblo, Francisco García, dice que “así es el ciclo de la vida”. Desarrollo Sostenible advierte de que “podarla” podría “acelerar el proceso de decaimiento” y que su madera muerta es clave para que el proceso del bosque maduro donde se ubica, continuara su curso. La solución no es fácil.
La carrasca de El Pedregal, una de las mayores de la provincia y el árbol más grande del lugar, ha perdido uno de sus brazos principales a causa de la gran nevada de las últimas semanas. No es el único. Según la asociación Micorriza, que ha alertado de lo sucedido a través de su red social Facebook, esta temporada también ha caído la Sabina Gorda de Embid, otro ejemplar catalogado por el colectivo molinés, que cataloga el patrimonio arbóreo de interés local.
Pese a no ser habitual, no es un hecho aislado. Cada año, un porcentaje indeterminado de este tipo de ejemplares suele dañarse a causa del mal tiempo. En 2018, sucedió con la encina ‘De los Chicos’, en Cogollor. “Todos los años se daña alguno”, confirma el alcalde de El Pedregal, Francisco Javier García. Lo sabe “porque en los aprovechamientos de leña, se recoge todo lo que puede servir para calentar las estufas. Pero es verdad que hacía mucho tiempo que no habíamos visto una nevada como la que ha caído ahora”.
El problema afecta, sobre todo, “a los pueblos que tienen carrasca de hoja perenne”, advierte. “Cada 30 o 40 años suceden temporales de lluvia grandes o de nevadas. En este caso, la nevada ha sido bastante copiosa, llevaba mucha agua y por lo tanto, mucho peso. La nieve se acumula dentro de las ramas, las carrascas se abren mucho, el punto de apoyo es mayor y se rompen”.
Difícil solución
“El tema es difícil de solucionar”, asegura el alcalde de El Pedregal. “Los grandes vendavales de viento y las grandes nevadas son difíciles de predecir”, así que lo sucedido “entra dentro del ciclo de la naturaleza”.
“El hecho de haberse roto una rama, no quiere decir que la encina esté muerta, todavía vivirá bastantes años más”, explican fuentes de delegación de Desarrollo Sostenible de la Junta en Guadalajara, organismo gestor de la carrasca, al estar ubicada en un terreno de propiedad municipal.
“No es posible un trabajo sanitario en el monte como si fuese un jardín, ni aislarlo de todos los agentes bióticos y abióticos a los que quedará expuesta”, explican. “Lo único que se podría hacer es intentar podarla de forma intensa para equilibrar el peso y esto es muy probable que acelerase el proceso de decaimiento, al disminuir drásticamente la superficie foliar y quedar más superficie de madera expuesta a los elementos”.
“En todo caso, una vez que estos ejemplares empiezan su decaimiento son más inestables a factores externos como los meteorológicos y bióticos como hongos, insectos y otros animales que irán debilitando aún más su salud y estructura hasta que finalmente muriese”.
A juicio del alcalde de El Pedregal, una actuación sería hasta perjudicial: “las carrascas están muy abiertas. Quitarle ramas muy grandes sólo provocaría que la carrasca se secara”, explica. “La administración no puede hacer nada. No puedes decir que podría podarlas porque habría que hacer cortes de gran diámetro a las ramas. Hay mucha gente que habla desde Guadalajara, de Madrid o incluso, desde Zaragoza, pero para entender esto, hay que vivir en el pueblo los 365 días; el que viene tres días al año, puede tener ideas equivocadas. Son respetuosas pero no es la realidad”, esgrime.
“La culpa no es ni del ayuntamiento ni de la Junta”, insiste el alcalde. “Hay un ciclo de la vida que se acaba y, en este caso, es lo que le ha pasado. Esta carrasca era muy singular porque era muy grande pero es verdad que yo, y tengo 60 años, una nevada como ésta no la recuerdo”.
¿Por dónde pasa el futuro entonces? “Pues habrá encinas pequeñas que se irán desarrollando y otras grandes, que acabarán el ciclo de su vida”, dice con naturalidad, recordando entonces que en los años 60, cuando había muchas cabezas de ganado ovino en los pueblos y poco pienso para que comieran, lo que se hacía en invierno era “podar las ramas pequeñas de las carrascas para dar de comer a las ovejas” y eso ayudaba a que “tiraran hacia arriba y no se abrieran tanto”. Así, si venía alguna nevada grande, se rompían las pequeñas ramas pero “no había tanto destrozo”.
La administración regional es “consciente de la situación” y los técnicos estudian qué actuación seguir, que será compatible en todo caso, con la línea de trabajo de la Red regional de rodales maduros, donde está integrada esta centenaria carrasca.
Una red regional de ‘bosques maduros’
La carrasca dañada está situada en “uno de los pocos rodales maduros de encina de la península ibérica y uno de los mejor conservados que encontramos en el sistema ibérico sur”, detallan desde Desarrollo Sostenible. “Todo ello le da un valor excepcional no a la gran carrasca, que posee un enorme valor etnográfico, sino al rodal maduro del que forma parte y al que en su senectud y muerte sigue aportando vida”.
Y en estos rodales, que están formados por árboles viejos en su mayor parte y por madera muerta procedente de la muerte y caída de grandes árboles, “algunos procesos esenciales del bosque precisan madera muerta de grandes dimensiones en pie en el suelo para completar su ciclo, generando procesos ecológicos esenciales para la resistencia de la masa a largo plazo”, explican.
Por eso, añaden, “cuando asistimos a la rotura por causas naturales de un árbol viejo e integrado en un rodal maduro”, como es el caso de la carrasca de El Pedregal, “y una vez superado el impacto inicial de ver un árbol querido dañado, debemos ver la escena como la parte de un ciclo en el que la muerte que produce más vida dentro de uno de los pocos retazos de bosque que siguen funcionando como hace miles de años”.
Desde Bosques Sin Fronteras, organizador del concurso Árbol Europeo del Año, al que esta carrasca optó en 2016, confirman que se trata de “un ejemplar rico en huecos y en madera muerta”, por lo que resulta un “hábitat valioso para la vida silvestre” además de ser “un icono para este paisaje histórico”.
¿A quién compete la conservación?
Pese a todo, Micorriza subraya en su red social Facebook la necesidad de “ser conscientes” del valor histórico que tienen este tipo de árboles y de “actuar” para preservarlos. Algunos árboles añosos son “víctimas de senectud”, pero otros mueren “por irresponsabilidad y alevosía”, reduciendo “su número al igual que castillos, fortificaciones y otros elementos históricos, que componen un patrimonio único e irrepetible, y que dibujan la identidad de cada pueblo”, reflexionan.
Como filosofía, el colectivo defiende que su conservación “implica una correcta gestión” y que se necesita la ayuda de varios actores para ponerlos en valor, diseñar estrategias de conservación, minimizar las amenazas y aplicar figuras legales de protección.
Consideran además que la sola declaración de un ejemplar como Árbol Singular no asegura su conservación. En su protección es necesaria “la participación de administraciones públicas, las empresas y la ciudadanía, para lograr compatibilizar un desarrollo económico y social y la conservación de la biodiversidad”.
Fuentes de la delegación de Desarrollo Sostenible apuntan, sin embargo, a un cambio en el concepto de ‘conservación’: del clásico como “algo estático” se ha pasado a otro “más actual, como algo dinámico”.
La conservación no se entiende ya como algo exclusivo de un ejemplar o “una foto fija del paisaje” sino que hace referencia al “mantenimiento y conservación de los ecosistemas con todas las funciones que lo enriquecen, ya que se observa un grado de biodiversidad mayor”.
En cualquier caso, la competencia de tomar las medidas para la conservación de estas especies “va a depender de quién tenga la gestión de los terrenos donde moran esos árboles. Si es un Monte de Utilidad Pública sería la Consejería de Desarrollo Sostenible; pero también pueden ser Ayuntamientos, particulares, asociaciones, etc. Y todo ello cumpliendo la legislación ambiental y forestal de Castilla-La Mancha”, señalan fuentes de la delegación de la Junta en Guadalajara.
Existen varios municipios -en la provincia de Guadalajara, Yebes-Valdeluz, por ejemplo- que decidieron dar un paso adelante, de forma paralela a la legislación nacional y regional, e iniciar por su cuenta la tarea de proteger y conservar sus árboles singulares, elaborando ordenanzas municipales bajo la denominación de ‘Árboles Monumentales’, ‘Árboles de Interés Local’, etc.
No es el caso de El Pedregal, “porque es un pueblo pequeño y además, el monte es público, por lo que siempre tiene que contar con el apoyo de la administración”, reivindica el alcalde.
Recuerda, no obstante, que en su pueblo la protección del monte “ha sido la prioridad siempre” y que el Ayuntamiento llegó a pagar en los años 50 a dos guardas “para proteger el monte”, ya que en la zona, no hay otro carrascal como el de El Pedregal.
Árboles protegidos por ley
En Castilla-La Mancha, la primera ley sobre Árboles Singulares fue la Ley 2/1988, de 31 de mayo, de Conservación de Suelos y Protección de Cubiertas Vegetales Naturales. La norma se modificó en 1999, incluyendo ya la protección de ejemplares “en atención a sus excepcionales características de rareza, belleza, valores culturales, interés científico, situación o cualquier otra circunstancia peculiar”.
La legislación vigente en la región es la Ley 3/2008, de 12 de junio, de Montes y Gestión Forestal Sostenible de Castilla-La Mancha, que en su artículo 35 incluye la definición de ‘Árboles y Ejemplares Singulares’. El primero declarado oficialmente como tal en la región fue, en marzo de 1992, el Plantón del Covacho, ya muerto, en Nerpio (Albacete).
“La figura de árboles singulares como tal existe, pero no se han declarado oficialmente”, puntualizan fuentes de la administración regional, “por tanto no hay actualmente un catálogo que los recoja”. No obstante, “está previsto revisar todos los árboles que tengan cierta importancia por si fuese interesante su declaración”, aseguran fuentes de Desarrollo Sostenible.
Sí cuenta con un Inventario de Árboles y Especies Singulares, que implica la protección de estos ejemplares, según establece la normativa de conservación, pero de momento, ninguno es de la provincia de Guadalajara. Hasta noviembre de 2018, sólo había una decena y están situados en las provincias de Toledo, Albacete y Cuenca.
Entre las actuaciones realizadas por la administración regional en este sentdio, destaca la declaración, en Noviembre de 2010, como Árbol Singular a la Carrasca Ruli de Mota del Cuervo, ubicada en una finca de titularidad privada, tras haber sufrido daños por viento y nieve en el mes de febrero de aquel año.
Valor etnográfico
Estos árboles singulares ya eran centenarios cuando los más viejos del lugar nacieron. Son ejemplares que han sido respetados y queridos a través de las diferentes generaciones que han nacido y vivido en la zona y se han convertido en un símbolo inequívoco del respeto que tenían estas gentes por el medio ambiente.
La carrasca de El Pedregal ha sido lugar de encuentro y de ocio para los habitantes de la zona desde principios del siglo XX. Incluso de provincias limítrofes, como Teruel, cuyas gentes llegaban a cobijarse bajo sus frondosas ramas para pasar una tarde de merienda o un día de fiesta.
También ha servido de refugio para agricultores, pastores, segadores o leñadores que se apoyaban en su tronco a descansar después de la dura jornada en el campo o se guarecían de la lluvia bajo sus ramas.
Es casi un milagro que la dehesa centenaria de El Pedregal se haya conservado. Lo ha hecho gracias a un antiguo pleito que protegió a las encinas ‘por ley’ y que ha evitado su completa desaparición, ya que lo habitual antiguamente era que estos árboles terminaran abasteciendo de leña a los pueblos de la zona.
Para evitar que el turismo rural provocara daños en su carrasca centenaria, los vecinos de este pueblo molinés construyeron, incluso, un corro de piedras para proteger las raíces y evitar que los visitantes se acercaran mucho a este ejemplar, que cuenta a su lado con un panel informativo que ayuda al visitante a comprender su importancia.
Además, valorando la riqueza que poseen en la localidad, desarrollaron entre 2002 y 2003 el proyecto de señalización de la ‘Ruta de las Carrascas’, incluido dentro del Geoparque de Molina-Alto Tajo.
Rutas de árboles singulares
Hay varias rutas en la comarca de Molina que permiten disfrutar de estos ejemplares históricos. La asociación Micorriza las describe en una guía práctica que elaboró en 2015 a propósito del ‘Curso de Conservación y Conocimiento de Árboles y Arboledas Singulares de la Comarca de Molina de Aragón-Alto Tajo’, en colaboración con el Grupo de Desarrollo Rural de la zona.
Además de una ruta por la dehesa de robles centenarios en Olmeda de Cobeta, señalan otra de carácter etnográfico que discurre por el Sabinar de Escalera en el Alto Tajo y otra, por La Espineda de Checa y Orea, municipio éste último muy dañado en 2018 por un temporal de nieve, que hirió a ejemplares de pino negro de hasta 300 años de antigüedad.
Hay más paseos: las carrascas de la Laguna Honda y Castillo de Zafra -con ejemplares de encina jóvenes y añosos en la Laguna, y rebollos, robles melojos, pinos rodenos repoblados y pequeños rodales de acebo-, la ruta de las encinas de Pinilla de Molina y la ya nombrada ruta de las carracas en El Pedregal.
A través de sus siete kilómetros de longitud, donde hay varios paneles interpretativos, esta ruta recorre la dehesa en un agradable y tranquilo paseo a pie. La carrasca ‘Pozo el Rullo’ está situada en el valle ‘Dehesa de la Parra’, concretamente, junto a un camino, en un punto señalizado por la Asociación de Amigos del pueblo.
Esta carrasca de tres brazos, 13 metros de altura y más de 500 años según estiman los vecinos, presentaba ya puntos débiles como agrietamientos en la corteza. Pese a tener una gran resistencia al frío y ser capaz de soportar grandes temperaturas y grandes sequías, la carrasca no ha podido con el temporal de principios de 2020. De su futuro, aún incierto, no se ha escrito aún la última palabra.