En agosto de 2011, el Consejo de ministros anunciaba la construcción de dos paradores de Turismo en Muxía (Galicia) y Molina de Aragón, confirmando así las promesas que se venían haciendo tanto desde el PSOE como desde el PP de crear estas infraestructuras turísticas de calidad para ayudar a estas comarcas tras los desastres del Prestige, en 2002, y el incendio de la Riba de Saelices, en 2005.
Tan solo unas semanas después, en el mes de septiembre, Joan Mesquida, por entonces secretario general de Turismo en el Gobierno socialista de España, y Javier García, secretario general también de la empresa pública Tragsa, firman un convenio para la construcción de los dos paradores, con el convencimiento de que supondrían “un impulso socioeconómico y de reequilibrio territorial de las zonas afectadas” por los dos desastres medioambientales, con dolorosas pérdidas humanas en el caso de nuestra tierra.
El parador de Molina, prometido ya en 2006, partía con una previsión de 80 habitaciones, que no mucho después se quedarían en 22, con una inversión inicial de casi 30 millones que ahora se han reducido a veinte. El parador de Muxía, con muchas más habitaciones y complejidad técnica que el de Molina, es sin embargo ya una feliz realidad para la comarca gallega asolada por la tragedia del Prestige; se ha convertido en uno de los paradores más populares y demandados de España y está contribuyendo a revitalizar su zona de influencia de manera determinante, mientras que Molina sigue atascada con unas obras interminables que ya son motivo de cachondeo y mofa entre los molineses, porque a este paso lo del Escorial se va a quedar corto.
Pero eso no es todo, el proyecto ha sido desde sus inicios una especie de muñeco roto para nuestra clase política que ha jugado, parece que divertida, a ver quién dice más despropósitos y mentiras sobre la fecha de apertura del parador, en una falta de respeto y consideración sin precedentes a toda una comarca que cree, de verdad, que el futuro parador sí será un gran revulsivo, quizá el único que nos queda a estas alturas, para ayudar en la revitalización de un sector turístico que se muere a marchas forzadas y que cada día que pasa sin esta infraestructura en funcionamiento se muestra más débil y desprotegido, por muchas leyes contra la despoblación que nos quieran vender. La realidad es tozuda y ahí está este ejemplo de dejadez que ya roza lo escandaloso.
El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, siendo candidato a la presidencia del Gobierno en las elecciones de 2004 marcadas por los atentados de Madrid y que el PP perdió, llegó en helicóptero como gran salvador al lugar exacto donde se ha levantado después el parador de Muxía prometiendo que allí, en ningún otro lugar, se haría la obra.
En septiembre de 2011, con Gobierno del socialista Rodríguez Zapatero, a solo dos meses de las elecciones generales que ahora si ganaría el gallego, -con la presencia de dos ministros en el caso de Muxía en plena campaña electoral que a Molina no quisieron venir por esas mismas fechas y mandaron a un subalterno-, se puso la primera piedra en las dos obras y en 2019, se daba por prácticamente acabado el parador de Muxía entrando en funcionamiento en 2020. Rajoy, apeado de la Moncloa ya por Pedro Sánchez, no pudo inaugurarlo pero sin duda durante sus siete años de presidente bien que se ocupó de dejar a sus paisanos la obra terminada. No así en Molina, a pesar de que en abril de 2012 el mismo Rajoy ya presidente le garantizó a la entonces presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que estaría acabado en su primer mandato como presidente del Gobierno.
Desde entonces todo tipo de problemas técnicos y económicos, despropósitos inconcebibles en una obra pública, luchas políticas entre PSOE y PP, nos han llevado a la situación en la que el parador ni está ni se le espera, a pesar de que Emiliano García Page, presidente regional en una de sus muchas visitas a Molina, en septiembre de 2020, acompañado por Oscar López, entonces presidente de Paradores y ahora jefe de Gabinete de Sánchez, afirmó ni corto ni perezoso que el parador de Molina estaría terminado en 2021 y entraría en funcionamiento en 2022, nada menos que tenía la “certidumbre absoluta”, dijo, y prefiero no recoger aquí otras lindeces semejantes que nos dejó en aquella visita Page.
El citado Oscar López en la revista oficial de la red nacional de Paradores de España, de la que entonces era presidente, señalaba en ese mismo septiembre de 2020 que este parador “sería motor económico para muchos municipios y generará un efecto multiplicador de la riqueza”. Pues muchos estamos convencidos de que será así, pero por ahora seguimos esperando.
Y si esto fuera poco, la máxima representante del Gobierno en Guadalajara, la subdelegada Mercedes Gómez, se despachaba a gusto en enero de este mismo año asegurando que la obra “está muy avanzada, casi terminada a falta de amueblamiento y el tema interior”. Seguramente esto del tema interior es un eufemismo para decirnos que en realidad falta todo. A día de hoy, varios meses después y si tan avanzado estaba todo como señaló, no estaría de más que Mercedes Gómez nos explique cómo va eso del “tema interior” y nos diga, si es capaz de saberlo, cuando terminarán las obras, porque solo hay que darse una vuelta por allí para ver que la cosa no pinta nada bien.
Y todo esto que les cuento pasa en la comarca de la zona cero de la despoblación, esa comarca en la que aparentemente todas las instituciones públicas se vuelcan para ayudar, convencidos dicen de la necesidad de hacer algo contra la despoblación, pero después vemos como lo que podría ser el principal proyecto para hacer algo en pro del turismo de la comarca, quizá lo único en lo que podemos fiar el futuro, sigue siendo eso, un proyecto, doce años después de aprobarse su construcción, y sin viso alguno de que su apertura, para traernos un turismo de calidad y situarnos en el mapa del mundo por lo que significa la marca Paradores, sea inmediata, después de que todas las promesas y fechas señaladas por los propios políticos hayan resultado ser un fiasco, una mentira, vaya.
Muxía tuvo a su gallego Rajoy de gran valedor y ahora está operativo y en pleno éxito desde 2020. Nosotros, tres años después seguimos viéndolas venir, y sin nadie que nos eche de verdad una mano.
PD: Ahora mismo hay pendiente de ejecutar una inversión de la Diputación Provincial, que una vez más ha salido al rescate del Ayuntamiento, de 850.000 euros, para urbanizar las calles aledañas al parador que están de pena, pero todavía no sabemos nada de cómo se hará el acceso principal al edificio que está a la espera de que alguien se estire y destine, según valoraciones técnicas, un millón de euros para solucionarlo.
Carlos Sanz