Pasadas las elecciones generales los efluvios rurales que acompañaron a algunos candidatos y que, por ejemplo en Guadalajara, fructificó con una diputada en Cortes de Ciudadanos bajada literalmente hablando del tractor, parecen haberse evaporada. Sumergidos en la batalla política para conformar una mayoría que sea capaz de elegir presidente y por tanto sostener un Gobierno estable, el problema de la despoblación, o del reto demográfico, o de la España Vaciada, ya ha pasado al rincón de los recuerdos. Es lo habitual.
Más recientemente, con la toma de posesión de alcaldes, diputados provinciales y regionales de nuevo ha sonado la alarma rural, y todo son buenas intenciones, voluntades coincidentes de unos y otros, promesas, iniciativas, y…. poca ideas. Pronto llegará agosto, los pueblos se llenarán de ilusiones efímeras con abuelos y nietos -los pocos que ya quedan- y el otoño nos devolverá a la cruda realidad, la del olvido.
Está muy bien que los alcaldes y concejales, presidentes de las diputaciones y diputados provinciales, presidentes autonómicos y diputados regionales de esta España dicen que descentralizada hagan declaración de fe y muestren voluntad de luchar contra la despoblación, de la que Guadalajara sabe tanto. Es al menos una muestra de sensibilidad hacia esta realidad tan difícil, un principio para llegar a soluciones y es de agradecer este talante ahora más presente que nunca.
Pero se equivocan en el fondo, y en la forma. Se equivocan porque el problema ha llegado a una situación tal que nada será posible desde los localismos, aunque sean sinceros y voluntariosos. Si el problema de la España despoblada tiene que arreglarse a partir de iniciativas aisladas de los municipios por un lado, de los grupos de desarrollo rural con dineros europeos por otro, de las diputaciones provinciales con sus criterios provinciales, de las comunidades autónomas con los suyos y, por fin, del Estado con su peculiar modo nada podremos concluir en positivo. No acertaremos. Perderemos el tiempo, el dinero y cundirá aún más desánimo.
La situación de los municipios de la España Vaciada ha creado una fractura tan grande entre la población urbana y rural, entre la España cosmopolita y la periferia, de recursos, de servicios, de prestaciones públicas, de oportunidades, de sanidad y educación, que solo concienciándonos de que se necesitarán muchos años, más ideas, importantes inversiones públicas y recursos humanos capaces, y un Plan a muy largo plazo y auspiciado desde el Estado y por el Estado, hecho a base de consenso social de las instituciones locales, provinciales y autonómicas y de los partidos, con expertos, profesionales de todos los sectores, agricultores y ganaderos, médicos, veterinarios, maestros y funcionarios destinados en el medio rural, agentes sociales…solo así seremos capaces de articular medidas que realmente puedan ofrecer alternativas a este drama.
Si los alcaldes creen que ellos puedan hacer algo desde su pueblo de manera aislada se equivocan. Si los grupos de desarrollo rural, que propician algunas cosas muy positivas, siguen creyendo que a través de sus medidas de hacer frontones, pistas de tenis, alguna que otra piscina o renovación de redes también se equivocan. Si las diputaciones provinciales y las comunidades piensan que tomando tanto decisiones distintas como provincias existen, y tantos programas variopintos como comunidades autónomas hay, también se equivocan. Si el Estado cree que su misión en este asunto es dejar que la responsabilidad la asuman, cada una por su cuenta, las autonomías, las provincias y los municipios, nada podremos hacer por el futuro de nuestros pueblos. Es sencillo de entender, aunque alguno no quieren hacerlo…o no le convenga para sus intereses.
Carlos Sanz